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Leones del desierto, reyes de la playa: la increíble reconquista felina de la Costa de los Esqueletos

  • Foto del escritor: César Esparza Ramón|BCNoticias
    César Esparza Ramón|BCNoticias
  • 23 oct
  • 8 Min. de lectura
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El primer rugido no vino de la sabana, sino del oleaje

Ensenada, Baja California

Octubre 23 del 2025


En una playa pedregosa de la Costa de los Esqueletos, en el noroeste de Namibia, una leona espera el momento exacto en que una cría de foca se separa de la colonia. El viento trae sal, espuma y el graznido de cormoranes; la arena está húmeda y las rocas resbalan.


Aun así, la cazadora avanza. En cuestión de segundos, el depredador más emblemático de África —forjado por milenios de caza en tierra adentro— se alimenta del mar.


No es una fábula ni un accidente: es la historia real de una población de leones que, empujada por la sequía y la escasez de presas, ha redescubierto un antiguo conocimiento y se ha convertido en algo único en el planeta: leones con dieta marina.


La región donde ocurre esta metamorfosis —el Parque Nacional de la Costa de los Esqueletos y su zona interior— es célebre por su belleza severa: dunas interminables, cauces de ríos estacionales que mueren en el Atlántico, nieblas densas y colonias de miles de lobos marinos del Cabo (Arctocephalus pusillus). Allí, en un corredor que conecta el mar con desiertos pedregosos, sobrevivió —y volvió a crecer— una pequeña población de leones adaptados al desierto. Son los mismos Panthera leo de la sabana, pero con hábitos y territorios moldeados por la aridez extrema.


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Ese paisaje explica buena parte del fenómeno. Donde otros verían un muro de arena que cae al océano, estos felinos han descubierto una mesa puesta a la que se accede por los valles secos de ríos como el Hoanib, el Uniab o el Hoarusib. De hecho, el seguimiento sistemático de sus movimientos muestra que cuatro clanes diferentes usan la franja costera y la asocian justamente a las desembocaduras de esos ríos efímeros.


¿De dónde salió la idea de que un león puede vivir del mar? En realidad, no es nueva. Desde los años ochenta había observaciones puntuales: huellas, restos de focas, fotografías escasas. Pero el conflicto con humanos —en especial con ganaderos y pescadores—, así como campañas de eliminación de depredadores, hizo desaparecer a los leones de la costa durante décadas.


La reconquista comenzó en los 2000, conforme mejoraron las políticas de conservación y la tolerancia social, y se intensificó hacia 2017, cuando investigadores documentaron durante 18 meses que la dieta era mayoritariamente marina: 79% de los ítems consumidos y 86% de la biomasa provenían de presas del litoral, sobre todo focas del Cabo, cormoranes y flamencos. Aquello dejó de ser una anécdota y se convirtió en ciencia revisada: los leones estaban especializándose en recursos marinos.

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En 2023, medios y revistas científicas volvieron la mirada al fenómeno: “los leones son reyes de la playa”, resumía un reportaje que narraba cómo el “conocimiento perdido” de cazar en la costa había regresado tras casi cuarenta años de ausencia. Además, revelaba un Nuevo ingrediente: geocercas (vallas virtuales) que envían alertas para mantener a turistas y pescadores lejos de los felinos cuando éstos bajan a la playa.


Hambre, oportunidad y memoria cultural

¿Por qué cambió la dieta? La respuesta corta es necesidad. La larga incluye tres procesos que se superponen:


1. Escasez de presas terrestres. El primer censo total y sistemático de los leones del noroeste de Namibia, realizado entre 2022 y 2023, arrojó una población muy pequeña —57 a 60 adultos y 14 cachorros— y, sobre todo, evidenció una disponibilidad decreciente de ungulados tras varios años de sequía severa. Esa caída en presas terrestres se reflejó en la reducción histórica de la población de leones.


2. Presas marinas abundantes. La costa de Namibia es uno de los mayores santuarios de lobos marinos del Cabo y concentra aves marinas que nidifican o descansan en playas y roquedos; además, el litoral ofrece carroña (cachalotes, tiburones, tortugas) que el mar varía con frecuencia. Para un superdepredador oportunista, ese buffet es irresistible.


3. Memoria y aprendizaje. Los investigadores sugieren que no se trata de un “nuevo” comportamiento, sino del retorno de un conocimiento que había quedado interrumpido. La aparición de leonas jóvenes cazando aves y focas a partir de 2016–2017, y el éxito de esa estrategia, habría reinstalado el hábito en parte de la población.


La caza, en todo caso, es distinta de la sabana. En la playa, el sigilo manda: las leonas aprovechan la oscuridad, la bruma y el murmullo del mar para acercarse a colonias de focas o grupos de cormoranes. Atacan cuando una cría se rezaga o cuando el caos de la marea dispersa a las presas. En ocasiones, siguen el litoral durante kilómetros para interceptar a los animales al amanecer. También carroñean restos varados, una estrategia rentable en un borde ecológico donde cada caloría cuenta.


Leones… ¿marítimos?

Decir que estos leones son “marítimos” es, en rigor, una metáfora; no nadan como nutrias ni persiguen presas en mar abierto. Pero la ciencia respalda la esencia del apodo: en ciertos periodos, la mayor parte de su dieta puede provenir del litoral. En 2019, el ecólogo P. E. Stander cuantificó con detalle esa transición alimentaria. A nivel ecológico, es notable por dos razones:


Plasticidad extrema. Muestra una flexibilidad conductual poco común en grandes felinos: cambiar de tipo de presa, de paisaje y de técnicas de caza para sobrevivir.


Rareza global. No hay otra población de leones conocida que aproveche de forma regular recursos marinos. Lo han contado medios generalistas y especializados, desde The Guardian hasta plataformas de divulgación científica.


Ese comportamiento no los aísla; al contrario: conecta el desierto y el océano. En los cauces de ríos estacionales, los leones todavía pueden cazar órices, jirafas jóvenes u otros antílopes cuando aparecen; en la playa, aumentan su cartera con focas y aves. Cuando faltan unas, suman las otras. La frontera tierra-mar funciona para ellos como un seguro ecológico.


Los números detrás del relato

El censo 2022–2023 en el noroeste —el primero que identificó uno por uno a los adultos usando el patrón de vibrisas (manchas de bigotes) y otras marcas— confirmó la pequeña escala de este linaje desértico. También publicó una densidad muy baja para una población estable de leones libres, y recomendó ampliar el monitoreo de presas. El resultado consolidó una nueva línea base científica para la región.


Un año después, los análisis de organizaciones y medios locales advirtieron que la sequía y el conflicto humano podrían reducir aún más el número de individuos si no se refuerzan medidas de manejo. Al mismo tiempo, informaron de brotes de esperanza: mejores lluvias en 2024 podrían detonar rebotes en presas y nacimientos —se mencionaron al menos 32 cachorros ese año— si se mantiene la protección.


En el frente operativo, el Desert Lion Conservation mantiene actualizaciones públicas con mapas, collares GPS y reportes de actividad en la costa —incluidas temporadas con alta presencia felina cerca de Torra Bay—, un insumo clave para guías, pescadores y autoridades.


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La imagen de un león tumbado frente al oleaje, es tan poderosa como ambivalente. Con la playa llegan turistas, pescadores, campistas y fotógrafos; y con ellos, riesgos:


Encuentros peligrosos. Reportajes recientes relatan episodios tensos entre vehículos y leonas en zonas de pesca. Para reducirlos, Namibia prueba geocercas que alertan a usuarios cuando un león entra en un sector de playa.


Información asimétrica. La población es minúscula, el territorio enorme y los desplazamientos impredecibles. Mantener datos en tiempo real —sin comprometer la seguridad de los animales— es un reto constante para científicos y gestores.


Precariedad ecológica. Las colonias de focas y aves fluctúan por clima, pesca y disturbios humanos. Una temporada mala puede encadenar escasez; una marea roja o un perturbador masivo en colonias puede desplazar presas durante meses. La plasticidad ayuda, pero no es infalible.


Conflicto con comunidades. En el interior, el principal problema siguen siendo los ataques al ganado; en la costa, la percepción de riesgo de pescadores recreativos y operadores turísticos. Resolverlo exige compensaciones justas, patrullajes, educación y protocolos claros.


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Más allá del asombro, su historia ofrece lecciones prácticas para la conservación y, de paso, una parábola necesaria para tiempos de cambio climático:


1. La resiliencia no cae del cielo: se cuida. Sin el monitoreo de campo (collares, cámaras, rastreo), difícilmente sabríamos que los leones volvieron a la costa y que ese retorno es hoy medible. Publicaciones científicas, como el estudio de Stander sobre la dieta marina, y el censo sistemático de 2022–2023, son la base para cualquier decisión de manejo.


2. Los bordes importan. Las zonas de transición —ríos secos, franjas intermareales, dunas— sostienen comportamientos críticos. Proteger solo “núcleos” terrestres sin integrar el litoral dejaría fuera la mitad de la ecuación que hoy alimenta a estos leones.


3. Convivencia inteligente. La tecnología (geocercas, alertas móviles) puede transformar un conflicto en coexistencia si se integra con educación y reglas claras: mantener distancia, no perseguir animales con vehículos, acampar solo en zonas permitidas, evitar acercarse a colonias de focas cuando hay felinos en el área.


4. Narrativas que suman. Historias bien contadas —como la de “leones que comen del mar”— no son solo virales; recaudan apoyo social y político. En regiones de baja densidad de fauna y presupuestos limitados, el respaldo público puede marcar la diferencia entre tolerancia y persecución.


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Una crónica desde la orilla

Una leona recostada frente a un mar picado, otra en perfil con un oleaje plomizo al fondo— condensan tres realidades innegables:


El uso de playas pedregosas: esas rocas oscuras son típicas de varios tramos de Skeleton Coast, donde las focas descansan y las aves se posan al atardecer; allí la leona tiene cobertura y puede apoyarse para ganar tracción en el ataque.


El papel de la bruma: la niebla matinal del Namib —producto de la corriente de Benguela— da a los felinos una ventaja de aproximación; la acústica del oleaje también enmascara pisadas.


El estado de alerta: en ambas, la leona mira a contraluz, concentrada, con orejas hacia adelante. En la playa no hay matorrales: el mayor “camuflaje” es la inmovilidad y el momento exacto de explosión.


No es casualidad que muchas observaciones de caza se concentren al amanecer o al anochecer, ni que las rutas de acceso a la playa sigan camas de ríos secos. En ese ir y venir —del interior al mar y del mar al interior— está la clave de su modo de vida.


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A corto plazo, el futuro de estos felinos costeros dependerá de tres hilos que se entrecruzan:


Clima y presas. Si las lluvias mejoran en el interior, habrá más antílopes y menos presión por bajar al mar; si vuelven los años secos, el litoral será otra vez el salvavidas. En 2024, reportes locales hablan de cachorros nuevos y posibilidad de recuperación si persisten las lluvias.


Gestión adaptativa. Censos periódicos como el de 2022–2023 —con identificación individual— son cruciales para no sobrestimar la población y ajustar medidas. En una comunidad de apenas decenas de adultos, cada muerte importa.


Convivencia costera. La Costa de los Esqueletos es un imán turístico; más visitantes significan más probabilidad de encuentros. La expansión de geocercas, la capacitación de guías y la información a pescadores recreativos (distancias mínimas, no perseguir, denunciar avistamientos) pueden reducir riesgos sin cerrar el acceso humano a un parque emblemático.


Epílogo: una fábula real sobre la adaptabilidad

La historia de los leones “marítimos” de Namibia funciona como espejo y advertencia. Muestra que la vida encuentra rutas inesperadas cuando el terreno se derrumba bajo las patas: allí donde el desierto parece terminar, el mar ofrece otra oportunidad. Pero también deja claro que esa plasticidad no es infinita; depende de hábitats conectados, decisiones humanas y conocimiento científico.


Tal vez por eso conmueve ver a una leona mirar el oleaje con la misma atención con que otros miran la sabana. En su reflejo, se adivina una lección: la biodiversidad no es solo un inventario de especies, sino un catálogo de estrategias.

Cuidarlas —todas— es nuestro mejor seguro frente a un mundo que cambia.


Fuentes consultadas y verificables

Hakai Magazine. “In Namibia, Lions Are King of the Beach” (geocercas, retorno a la caza marina tras ~40 años).


Smithsonian Magazine (republicación del reportaje de Hakai).


P. E. Stander (2019). “Lions specializing on a marine diet in the Skeleton Coast Park, Namibia” —Namibian Journal of Environment (79% de ítems y 86% de biomasa marinos; lista de presas).


Desert Lion Conservation —actualizaciones y movimientos costeros; asociación a ríos efímeros.


Conservation Namibia. “First-ever systematic lion population survey in northwest Namibia” (57–60 adultos; metodología y estado de presas).


Heydinger et al., 2024. “First systematic population survey…” (diseño de conteo por individuo, vibrisas).


The Guardian. “Lions have adapted to hunt seals and seabirds in Namibia, study finds” (contexto histórico y divulgación del estudio).


RFI (2024). “Namibia’s desert lions decline by up to 21 percent due to drought and human conflict” (tendencias y cachorros 2024).


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